¡Hola! Tiempo sin veros, bípedos. Soy yo, ¡Norsk el oso! Desde que dejamos esto del WoW, he tenido mucho tiempo para leer... pero no lo he usado mucho. En serio, estar de BGs masticando a otros atrapaos, o mordiendo canillas en Kharazan y Gruul es mucho más entretenido que leer. Pero se te pudre el cerebro...
Hoy vengo con El Castillo, de Kafka. Confieso que me leí este libro por dos motivos fundamentales: el principal, por curiosidad. Lo más selecto de la cultura literaria siempre pintando a Kafka como un genio, siempre escuchando referencias como "es un tipo realmente kafkiano"... quería saber a qué coño se referían. Y por último, si no menos importante, por fardar. "¿Has leído a Kafka? ¿No? Pues yo si...".
En el Castillo se nos presenta la historia de un agrimensor (perito experto en medir tierras), por nombre K., que llega a una aldea en la que se le ha contratado. El problema es que nadie parece saber nada del tema, y nadie está dispuesto a brindarle ayuda o cobijo. K. se propone hablar directamente con los funcionarios responsables del Castillo, pero la sóla idea parece escandalizar a todo el pueblo.
El mundo que nos pinta Kafka en esta obra es, cuando menos, confuso y lleno de contradicciones: K. vaga de un lado a otro empecinado en lograr su objetivo, pero dominado siempre por la fatiga y un ánimo derrotista. Sus conversaciones con los diferentes personajes del pueblo son siempre disertaciones de largos párrafos continuados, como un conjunto de ensayos enlazados más que como un diálogo en si. En estos ensayos, el interlocutor tergiversa sus propios argumentos y muchas veces acaba contradiciéndose a sí mismo, y sin embargo aparentan una coherencia impecable.
Y eso es lo realmente confuso, parece haber siempre una pauta, un guión a seguir. En lugar de sentirse uno confuso todo el rato, está ansioso por leer más, por saber a dónde llega toda esa cadena de contradicciones y despropósitos.
Una idea fija en la novela que me llamó la atención ha sido la obsesión por la autoridad. Los funcionarios del castillo son vistos en la aldea como seres casi sobrenaturales. Hombres cuya naturaleza y quehaceres están muy por encima de lo mundano, seres cuya conducta no debe intentar juzgarse porque está más allá del entendimiento de un vulgar plebeyo. Porque, y esto es lo curioso, siendo un castillo condal, en todo momento no se habla sino de secretarios de oficinas burocráticas. Secretarios, que no condes. Y cualquier subsecretario de 3º o 4º categoría tiene una relevancia y un peso propios en la aldea impresionantes.
Yo recomendaría este libro a todos aquellos que tengan un gusto por lo retorcido y lo complejo, porque así es la novela: Retorcida como sólo puede ser la mente de un genio loco, y compleja como las divagaciones de dicho genio.
Para terminar, sobre la definición de personaje kafkiano, para el que quiera usarla con propiedad, no basta conque el individuo en cuestión esté loco. No es así de fácil. Tiene que tener una verborrea considerable, y contradecirse continuamente en el discurso. Y ser raro de cojones, claro...
Hoy vengo con El Castillo, de Kafka. Confieso que me leí este libro por dos motivos fundamentales: el principal, por curiosidad. Lo más selecto de la cultura literaria siempre pintando a Kafka como un genio, siempre escuchando referencias como "es un tipo realmente kafkiano"... quería saber a qué coño se referían. Y por último, si no menos importante, por fardar. "¿Has leído a Kafka? ¿No? Pues yo si...".
En el Castillo se nos presenta la historia de un agrimensor (perito experto en medir tierras), por nombre K., que llega a una aldea en la que se le ha contratado. El problema es que nadie parece saber nada del tema, y nadie está dispuesto a brindarle ayuda o cobijo. K. se propone hablar directamente con los funcionarios responsables del Castillo, pero la sóla idea parece escandalizar a todo el pueblo.
El mundo que nos pinta Kafka en esta obra es, cuando menos, confuso y lleno de contradicciones: K. vaga de un lado a otro empecinado en lograr su objetivo, pero dominado siempre por la fatiga y un ánimo derrotista. Sus conversaciones con los diferentes personajes del pueblo son siempre disertaciones de largos párrafos continuados, como un conjunto de ensayos enlazados más que como un diálogo en si. En estos ensayos, el interlocutor tergiversa sus propios argumentos y muchas veces acaba contradiciéndose a sí mismo, y sin embargo aparentan una coherencia impecable.
Y eso es lo realmente confuso, parece haber siempre una pauta, un guión a seguir. En lugar de sentirse uno confuso todo el rato, está ansioso por leer más, por saber a dónde llega toda esa cadena de contradicciones y despropósitos.
Una idea fija en la novela que me llamó la atención ha sido la obsesión por la autoridad. Los funcionarios del castillo son vistos en la aldea como seres casi sobrenaturales. Hombres cuya naturaleza y quehaceres están muy por encima de lo mundano, seres cuya conducta no debe intentar juzgarse porque está más allá del entendimiento de un vulgar plebeyo. Porque, y esto es lo curioso, siendo un castillo condal, en todo momento no se habla sino de secretarios de oficinas burocráticas. Secretarios, que no condes. Y cualquier subsecretario de 3º o 4º categoría tiene una relevancia y un peso propios en la aldea impresionantes.
Yo recomendaría este libro a todos aquellos que tengan un gusto por lo retorcido y lo complejo, porque así es la novela: Retorcida como sólo puede ser la mente de un genio loco, y compleja como las divagaciones de dicho genio.
Para terminar, sobre la definición de personaje kafkiano, para el que quiera usarla con propiedad, no basta conque el individuo en cuestión esté loco. No es así de fácil. Tiene que tener una verborrea considerable, y contradecirse continuamente en el discurso. Y ser raro de cojones, claro...
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