jueves, 28 de febrero de 2008

Un preview muy cutre de Mutant Chronicles CMG

Estoy algo impaciente por saber cosas de este juego. Mucho me temo que acabaré por caer en él con el tiempo, en fin...

En la página de FFG he encontrado una imagen con las siluetas en negro de algunas de las figuras. Os las cuelgo por curiosidad.

¿Quién va detectando cosillas? Yo adivino algunas de mis tiempos... Los templarios de Illian, Goltotha, Ezoghoul, las motos esas raras de Capitol... Jeje, a ver cuándo nos ofrecen un preview como está mandado.

miércoles, 27 de febrero de 2008

¡Por un Telescopio Friki!

La NASA va a dar una patada pa poner en órbita un telescopio espacial, el GLAST. (Gamma-ray Large Area Space Telescope). Su misión será estudiar las explosiones de rayos gamma en el espacio, o algo. Es un tema del que tengo tanto dominio como de mis emociones al ver una gótica macizorra con un corsé de cuero... Mmmmm.


¡Al tema! La cosa es que buscan un nombre y aceptan sugerencias, rellenando un sencillo formulario online en esta página. ¿Y cómo debe llamarse cualquier cosa importante que estudia rayos Gamma?


¡HULK! o ¡BRUCE BANNER! Está claro, ¿no? Yo voto por HULK, que es más popular fuera del mundillo friki. ¡Enviad el formulario si quereis tomar parte en un evento friki de proporciones cósmicas!

lunes, 18 de febrero de 2008

Un viaje con muchos viajes

¡Ah, la infinita y eterna Galicia! Cuelgo el post más que nada porque este puede ser el último ordenador que vea hasta volver a Santander. Sólo quería dejar constancia de un hecho, al más puro estilo filosófico: Espacio y Tiempo son dos dimensiones que conviven juntas. El Espacio es un marco fijo, y el Tiempo es el continuo fluir que, a veces, desgasta el Espacio. Pero el Tiempo puede dejar huellas en un Espacio dado, creando sentimientos e ideas que dejamos atrás al movernos a otro Espacio, pero que siguen ahi cuando uno vuelve una vez ha pasado el Tiempo.

A veces, estas reminiscencias del Tiempo pasado nos pueden. Otras no. Yo ayer le he dado una paliza a una de esas reminiscencias, y cuando recupere el sentido y termine de contarse los dientes, decidirá soltarse del Espacio para perderse en el fluir del Tiempo.

PWNED!

viernes, 15 de febrero de 2008

¡Feliz Gran Dia del Culo Comiquero!




Y esta ha sido mi elección, Mebd, la bruja de Lord Weird Slough Fegh en Slaine. Tras pensar un rato, me vino a la mente a quién le he visto yo mejores pibas plasmadas en un cómic. Y ha ganado Bisley con diferencia. No es que las haga proporcionadas, pero sí las hace bonitas. Ni el mejor cirujano plástico del mundo iba a dejarle a una mujer un par de pechos o un culo prominente que le quedara así de bien a una mujer real. Este, en concreto, tiene la cualidad de hacernos desear que hubieran existido los espejos estratégicamente colocados en el palacio de Murias.

jueves, 14 de febrero de 2008

ATHF movie intro

Iba a escribir algo relacionado con el día de San Valentín, pero recordé que toda mi sensibilidad romántica es equiparable en estos momentos a los instintos de autopreservación de un Lemming. Así que en vez de eso, mejor pongo la introducción del cine de la película Aqua Teen Hunger Force Colon Movie. Para los que no sepan quienes son ATHF, ved Adult Swim en el canal TNT de cuando en cuando... O mejor no, igual no os gusta.
PD: Odio la reumatología...

martes, 12 de febrero de 2008

Slaine: The Horned God

Mirad lo que me he encontrado dando tumbos por la güé, ¡un fanfilm apañó de Slaine! Alguien me lo había enseñado hace tiempo, no recuerdo ahora... En fins.

lunes, 11 de febrero de 2008

15 de Febrero, Gran Día del Culo Comiquero


En el Blog de Jotacé, el marciano nos propone celebrar un día insólito y hasta ahora relegado al olvido -porque no se había inventado, mayormente-: el GRan Día del Culo Comiquero. Todo un manifiesto a una tradición en que no había advertido. Os recomiendo que os paseis y le echeis un vistazo a todo el blog ^^


"Once agin, 'ere we go lad!"

¿Cómo hemos podido llegar a esto? Todavía me lo pregunto. Hace un par de días estaba mirando un foro, y alguien menciona la palabra "enanos" y al cabo de pocos caractéres más, "fantasy". Y se enciende una chispa en mi "selebro". Antes de darme cuenta, estoy en la página de la Guorchop consultando la tienda online, con la calculadora de Güindous EquisPé abierta y a pleno rendimiento.

Chorradillas, me digo, pajillas mentales para pasar el rato entre los estudios. Pero al día siguiente tenía ante mi varias listas de 1500 puntos, y varias opciones a seguir par ir comprando, con la más económica marcada en negrita. Nada, que parece que me la he vuelto a jugar. Volvemos al feo vicio del fantasy. No me preocuparía, de no ser porque sueño con enanos y sus miniaturas... en serio, llevo media puta noche en ese plan. Es como cuando jugaba demasiado a un juego de ordenador, que luego me iba a la cama y soñaba con él (anda que no abré revivido yo BGs a costa de una noche en vela con el puto WoW). Pues esto igual, pero sin dedicarle tantas horas. Se me ha alojado a base de bien en el cráneo.

Cuando tenga hijos -otra de las cosas que soñé anoche-, procuraré enterrar mis miniaturas y juegos frikis varios. No quiero que mis niños pasen por la agonía que yo sufro en estos momentos por no tener a mano 1500 puntos de miniaturas enanas. Claro que a lo mejor salen a la madre, una puta yonkarra de escasa estabilidad mental y grandes pechos es la probabilidad más factible a día de hoy. Mmmmm, retira eso. Mejor salen al padre...

PD: Sólo para terminar de atar cabos con mis sueños de anoche... no pienso mudarme recién separado al lado de la casa terrera de Víctor, y que el "tito Vitol" malcríe a mis niños en una casa infecta llena de platos sucios, juegos frikis y una perra enorme delante de la tele. Tampoco volveré a montar fiestas en la casa de Tomás Morales, menos invitando a Richo y a su perro chiquitín que, a pesar de ser muy cariñoso, está muy gordo. No montaré en mercedes rojos que conduzca el Yera, que cuando se le acerquen otros coches pite y se le encienda luces rojas. ¿Es el sistema de proximidad? ¿Es una avería gorda? Aún no lo sé... y había algo más, algo acerca de tias de mi clase en camisón que se desmayan en medio de la pista de tenis en la que juego con David... pero eso no he terminado de asumirlo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La Orden del Martillo Herrumbroso, capítulo II

En un rincón de la taberna, una figura achaparrada había escuchado la historia del Tileano. Y no por primera vez. De hecho, él había formado parte de la historia…

Fherg era un enano joven y soñador, y como herrero era excepcional. Tanto, que en las escuálidas tierras de su pobre clan no hallaría nunca un patrón que exigiera de él la excelente manufactura que era capaz de ofrecer. Así pues, y con una carta de recomendación de los maestros de su clan, partió hacia Mordheim. La ciudad brillaba con el fulgor de una estrella en aquellos días, su nombre estaba en boca de todos los eruditos y artesanos del Imperio, que la consideraban la nueva cuna de las más excelsas artes.

Fue recibido con toda cortesía por la administración del Conde, y ubicado en una modesta y pulcra casa de huéspedes en el barrio enano. Su maestro era Holdrem, un enano de cierta edad, procedente de los clanes del norte. Con su imponente complexión, el herrero doblegaba el metal como si fuera un ser vivo, destinado a adoptar la forma que le imponían con cada enérgico golpe de martillo. Durante los duros meses de trabajo, aprendió más de la disciplina del metal que en toda su vida. A su maestro, sin embargo, apenas pudo llegar a conocerlo. Era un enano obsesionado con la forja. Cada vez que daba nueva forma a un arma o una pieza de armadura, la miraba con gesto crítico, decepcionado. Había algo, Fherg nunca supo el qué, que lo molestaba de sus creaciones. Y eso que los demás enanos del barrio lo consideraban un genio. Quién sabe qué tortuosa idea bullía en su mente…

Desde el principio, el Advenimiento del Cometa les causó problemas. Los fanáticos comenzaban a rondar las calles, sembrando el caos. Muchos ciudadanos, presa del pánico, y no pocos oportunistas buscaban armas en el barrio enano. Asaltaban fraguas y herrerías por las noches, mientras los guardias se concentraban en los barrios ricos y el palacio del Conde. Muchos enanos decidieron marcharse en ese momento, conscientes de que las autoridades de los humanos no los socorrerían antes que a sus amos. Otros se quedaron, alegando que este barrio era ahora tan suyo como las lejanas montañas de las que procedían, y que el barrio quedaba más cerca. Holdrem se quedó. No dijo nada al respecto, simplemente siguió martilleando sobre su yunque.

Cuando comenzaron los asaltos, dejó el trabajo por primera vez en meses para descargar sus armas sobre los ladrones. Luchaba igual que forjaba: de forma fría, concienzuda e inexpresiva. Cada víctima era dejada a un lado, al igual que las piezas de artesanía que elaboraba, e iba a por la siguiente. Sin gritar, tan sólo dando breves órdenes a sus discípulos. Pronto los combates dejaron de sucederse, el día del cataclismo había llegado…

El barrio enano quedó más o menos aislado de la mayor parte de la destrucción. Como el resto de la ciudad, sufrió un éxodo masivo e inumerables saqueos por parte de los emigrantes primero, y de los mercenarios saqueadores después.

En medio de toda la vorágine, Holdrem se limitó a seguir forjando. “Aquí es donde vivo, éste es mi hogar. El que quiera, es libre de quedarse y aprender”. No pocos se marcharon, pero Fherg fue de los que se quedó. Se decía que su maestro no estaba loco, sino que era un genio visionario. Algún día, se dijo, forjaría algo que cambiaría sus vidas.

Las provisiones de mineral con el que trabajar duraron escasas semanas. Durante un tiempo, trataron de proveerse de diversos mercaderes y rapiñadores, comprando el metal por un precio abusivo. Ni siquiera los trabajos de reparación para algunos mercenarios que frecuentaban el local -no siempre con intenciones amistosas- les daba para subsistir. Los aprendices forrajeaban las ruinas siempre que podían, pero eso empezaba a costarle la vida a más de uno, y pronto dejaron de hacerlo.

Ante la situación, Holdrem rompió nuevamente semanas de silencio: “Esa Piedra Bruja debe tener una buena proporción de componente mineral. Quizás podríamos usarla”. Sin decir más, formó una cuadrilla de guardias y aprendices y la dirigió hacia las ruinas, más allá de su dominio. Volvió a los dos días, con una buena provisión del nefasto material. Al cabo de una semana había logrado aislar metal refinado como para forjar algunas armas, y una generosa porción de Piedra Bruja que vendió a buen precio.

Sus compañeros se alegraron, e incluso montaron una pequeña fiesta con un barril de Bugman. Pero Fherg sabía que algo no iba bien. Su maestro cambiaba conforme iba trabajando el nuevo metal. Sus creaciones comenzaban a adoptar diseños delirantes, aterradores. En sueños, se le escuchaba murmurar incoherencias en un idioma blasfemo. Y en la forja… ya no era el enano frío e inexpresivo, sino que se afanaba con un fervor insano, mientras profería en aullidos de frustración con cada trabajo. Sus compañeros le contaban que, en cada incursión, se volvía más salvaje, más violento. Llegaba incluso a atacar a moradores indefensos de las ruinas por pensar que le disputarían el botín.

Al poco de comenzar los desvaríos de su maestro, el resto de trabajadores del taller comenzó a mutar a su vez. Primero las conductas, luego sus cuerpos. Las pieles se oscurecían, las encías se desnudaban y los colmillos se afilaban. Astas informes brotaban de los cráneos, y apéndices tentaculares de torso y brazos. Los pocos que no se corrompieron, fueron atacados sin previo aviso por los demás, su carne devorada en el acto.

Aterrados, los enanos supervivientes trataron de huir. Los que no murieron cazados como perros como sus antiguos compañeros, perecieron entre las ruinas. Todos, menos Fherg. Ahora se escondía en los campamentos de mala muerte, reparando pertrechos por unas monedas. No podía volver a su tierra natal, sabía que no lo aceptarían. No sólo por ser pobre, ni por no haber logrado el reconocimiento buscado. Bajo sus pesados ropajes, su cuerpo había comenzado a mutar. Pronto, se dijo, no tendría otro lugar donde esconderse que las derruidas calles de Mordheim. Buscaría a su antiguo maestro, y le entregaría lo poco que le quedaba de alma. Puede que forjase algo con ella…

viernes, 1 de febrero de 2008

La Orden del Martillo Herrumbroso, capítulo I

Las pesadas botas de puntera metálica de Köen hacían que sus pasos sonasen como si rematasen los clavos de la tapa de un ataúd de plomo. A Piero le ponía de los nervios. Un par de meses en Mordheim le habían enseñado al tileano que hacerse notar era el pasaporte directo para una muerte horrenda. A Köen parecía no importarle. Él y toda su arrogante banda, recién llegados de Middenheim, creían que nada podría dañarlos entre las ruinas de la ciudad. "Sólo escombros, Ja?".
Pero Piero había oído historias. Sus anteriores patrones, que lo iniciaron en la peculiar filosofía del saqueador de la ciudad de los Condenados, se lo habían dicho bien claro. “Nunca, bajo ningún concepto, visites determinados lugares. No importa el botín, la vida de uno vale más que toda la piedra bruja de este pozo”. El barrio enano era uno de esos lugares, y precisamente acababan de entrar en él.

No es que este distrito hubiera sufrido mucho con el impacto del meteorito, los bajos edificios de piedra aún presentaban un aspecto tan sólido como la raza que los construyó. El problema eran los rumores, según los cuales los herreros enanos tenían su propia provisión de armas en la época del impacto. Armas de buen acero enano, destinadas al comercio privado, auspiciado por los funcionarios sobornados por los herreros. Y claro, como en todas partes, esos botines y no pequeña parte de sus arsenales ocultos debían seguir ahí, en alguna parte, pues sus dueños tuvieron que salir corriendo de la ciudad cuando todo se fue al garete.

Si a simple vista parecía una buena idea la de acudir a la caza de armamento enano, lo cierto es que resultaba muy peligroso. Precisamente por eso: porque era una buena idea. Una idea excelente que cruzaba por la mente de casi todos los jefes de bandas importantes. Era demasiado fácil encontrarse con un grupo hostil reacio a compartir ganancias y perder la vida. Los más astutos apostaban tiradores y vigías en los niveles más elevados, y así el mero hecho de no procurarse cobertura podía a uno costarle la vida al cruzar estas calles.

Con este pensamiento en mente, el guía de Tilea escogió un recorrido a través de soportales y recibidores en ruinas, siempre con al menos dos flancos cubiertos por los escombros. Los mercenarios, demasiado verdes para adentrarse tanto en la ciudad, hacían poco caso de sus indicaciones. Hasta que uno de ellos cayó de bruces, con un virote sobresaliéndole del pecho.
Köen comenzó a ladrar órdenes en su crudo dialecto, mientras Piero y los dos arqueros de la banda, refugiados ya entre las piedras y pilares, buscaban al tirador. Antes de que los espaderos pudieran formar, otros dos virotes dieron con el abdomen y garganta del capitán. La histeria cundió, algunos se dieron la vuelta y echaron a correr por donde habían venido. Nada más desaparecer los prófugos tras una esquina, el sonido de una pistola al dispararse levantó ecos. A continuación, profundos y graves gritos de guerra, seguidos del propio de una lucha desigual. No duró mucho.

"Se… señor… ¿puede sacarnos de aquí?". Piero maldijo para sus adentros. Tendría suerte si salía de aquí con su propio pellejo, se dijo. Los tiradores seguían escondidos, en las alturas. El resto de los asaltantes parecían acercarse ya sin reparos, a juzgar por los ruidos. En breve los vería doblar la esquina, dispuestos a… ¡enanos! ¿Lo eran? No parecían muy… saludables. Sus pieles parecían oscuras y rugosas, como las de un muerto. El líder lucía colmillos afilados bajo una horrenda máscara metálica. Y eso... ¿eran cuernos? Esperaba que no le pertenecieran , sino que fueran un adorno del casco.

Algunos de los chicos mostraron algo de coraje ante la desesperación, cargando contra el compacto grupo. Piero sabía cuándo se presentaba una buena oportunidad para huir. Era la mejor virtud que un guía puede ostentar en Mordheim, si quiere tener una próspera y fructífera vida profesional. Así que corrió en dirección contraria, aprovechando que los ballesteros enemigos estaban ocupados saeteando a los pobres diablos de Middenheim.
Sabía que nunca volvería a verles, mejor así. La mitad del pago por el servicio, más lo que había escamoteado de las provisiones de sus patrones, era cobro suficiente. No era un tipo avaricioso, al fin y al cabo…

Cuando se vió a salvo, en el chamizo que hacía las veces de taberna en el Campamento de los Degolladores, contó la historia a cambio de una jarra. Habló a su público de los vengativos fantasmas del barrio enano. Otros alegaron que no eran fantasmas, sino antiguos moradores que habían sucumbido bajo la influencia de los Poderes Oscuros, sellando un oscuro pacto para salvar sus vidas. Unos pocos mascullaban que cualquiera que viviera el tiempo suficiente entre esas ruinas, acabaría deformado como un demonio por la piedra bruja. Al cabo de un rato, y unas jarras más, la mayoría se había convencido de que no eran más que historias, fábulas que siembran el miserable tapiz que es Mordheim... un tapiz rasgado y sangriento.