Historia de las Fortalezas Enanas, Vol. XXXXIV
Por Heinlich Krönenberg
Ya culminando la gran obra de mi vida, no me resta sino hablar de los clanes menores que cavaron sus fortalezas en lo más profundo y recóndito de los valles del norte. El lector fiel a mi obra ya sabrá que las Montañas del Fin del Mundo se encuentran plagadas de orcos y goblins, trolls, ogros y toda clase de bestias feroces. Pero además, en las estribaciones del norte se haya presente la nefasta influencia del Caos, lo que hace la vida allí infinitamente más inhóspita. Es por ello que, cuando mi estimado lector estudie los siguientes párrafos, debe tener en cuenta que hablamos de enanos que han sufrido penurias más allá de lo imaginable por cualquier habitante del Imperio. Así, mi admiración por la tenacidad de esta antigua raza se duplica al hablar de estos pequeños y desconocidos clanes
Capítulo I: El Clan Fragua de Piedra
No negaré que, de todos los clanes que he tenido la oportunidad de estudiar, los orgullosos habitantes del valle Fragua de Piedra ocupan un lugar muy especial en mi corazón. En mi visita a su hogar ancestral me acogieron como a uno más, y fue gracias a ellos que tuve acceso al resto de fortalezas del lejano norte. No en pocas ocasiones fueron sus hachas y escudos los que salvaron mi vida durante las peligrosas marchas por esos salvajes valles.
La historia de este clan se remonta a 4200 años antes del nacimiento del Imperio y de la coronación de nuestro señor Sigmar. Al lector iniciado en este tomo le sorprenderán estas fechas. Pero hay que recordar que los enanos tienen una memoria de piedra, frente a nuestro frágil pergamino. Sus historias pasan de una generación a otra, inmutables. Por ello no albergo temor a asumir la estricta veracidad de sus referencias.
En esa era los enanos se congraciaban de haber repelido hacia el norte las fuerzas del caos. La colonización de las montañas del Fin del Mundo proseguía hacia esa dirección, pues, aunque el imperio enano como tal no se fundaría hasta pasados 1200 años.
Cinco pequeños clanes llegaron a un valle escarpado, con un lecho rocoso en la parte más profunda. Decidieron que ocuparían el valle, y fusionarían sus familias en un nuevo clan. Dada la forma del valle, lo llamaron Fragua de Piedra, y adoptaron el mismo nombre para su clan. En ese momento las familias fundadoras eran los Locham (descendientes del rey Loch que combatió a las huestes del demonio Malogrim Coth), los Fahrnirr, los Cyrrondir, los Volham y los Gaessir.
A diferencia de sus hermanos del sur, el nuevo clan se negó a excavar la tierra para formar su estilo de vida. Lo escarpado del valle y lo fértil de su extremo occidental, por donde transcurría el río Piedra Hendida (llamado así porque partía el lecho rocoso en dos en su transcurso) les permitieron asentarse en pequeños caer o asentamientos fortificados, uno por cada familia del clan. Se edificaron en los extremos cardinales del valle, con la obligación de defenderlos. La familia Locham, regente del clan dado su noble linaje, edificó el suyo en el centro y se comprometió a combatir donde fuera necesario.
Según las crónicas de mis anfitriones, la prosperidad reinó durante más de veinte siglos. En algún momento, 2500 años antes de la fundación del Imperio, el clan se vio obligado a cambiar radicalmente de estilo de vida. Las incursiones de orcos y goblins se habían recrudecido, y los trolls experimentaban un ciclo de apareamiento especialmente atroz ese año. Hasta ese momento, el valle Fragua de Piedra se había horadado apenas para construir hogares de invierno y para explotar yacimientos minerales. Una noche, recordada hoy como el Día del Trago Amargo, los Gaessir celebraban la Barba Cerrada del primogénito de su cabecilla. Hasta el último hombre, mujer y niño del clan se emborrachó, y sus vigías a cargo del caer no vieron pasar a los incursores goblins. Varios centenares de escurridizos pieles verdes cruzaron el valle hasta caer Locham, y cogieron desprevenidos a los nobles regentes. La batalla se saldó con varios centenares de Lochams muertos, y no pocos del resto de familias que acudieron en su ayuda. Avergonzados, la familia Gaessir tomó los votos del matador y transformó su caer en un templo de matadores, conocido hoy en día como el Santuario de la Barba Sangrienta.
Esta desgracia se sumó a las peticiones de las familias Fahrnirr y Volham de horadar la montaña, pues no encontraban más vetas minerales en la superficie. Los únicos que no deseaban enterrarse eran los Cyrrondir, que habían desarrollado un apego por la vida exterior poco común en la raza enana.
Así pues, comenzaron las obras que culminarían 300 años antes del nacimiento del Imperio. La fortaleza Fragua de Piedra se cuenta hoy en día como uno de los bastiones más aislados de los enanos frente al avance de los desiertos del Caos. Sólo lamento que mi avanzada edad no me permita visitar más a mis queridos amigos, pero espero que se encuentren bien y que reciban este tomo cuando lo haya terminado.
Apéndice I: Las familias en la actualidad
Locham
El hecho de que reinasen en el valle en el principio se debió sin duda a su noble sangre. Pero no es menos cierto que dada su competencia en el liderazgo, sigan siendo la familia que más thanes ha dado al clan. Como gobernantes, los thanes Locham han defendido siempre una postura proteccionista respecto al valle. Las innovaciones del exterior, como los cañones órgano o los arcabuces, entraron tarde y paulatinamente en el valle. Sólo gracias a la presión de los señores Fahrnirr fue posible su incorporación al ejército del clan.
En la actualidad siguen manteniendo esa postura reservada, que preserva el modo de vida tradicional enano. Pero no por ello debe el lector pensar que no son excelentes anfitriones, generosos y cálidos con el visitante bien recibido. Tan sólo debe recordar, si se halla entre sus gentes, que pretender cambiar su estilo de vida o manera de ver las cosas es el equivalente -casi literalmente- a arrojarse de cabeza contra una montaña.
En el campo de batalla, los Locham se enorgullecen de su larga tradición marcial. Mientras que el resto de clanes se enriquecen o forman grandes artesanos, un Locham afila su hacha y hace repaso de los agravios de sus enemigos.
Fahrnirr
Constituyen la segunda familia más poderosa del clan, en virtud a sus ingresos y habilidad en la forja. Desde el principio de su historia, los señores de la familia destacaron ante el yunque. Las armas ancestrales de los thanes Locham siempre han sido forjadas por artesanos Fahrnirr, así como los cañones que tan temible fama han dado a las defensas del valle. Más adelante, fueron los primeros en contar con ingenieros entre sus filas. Tras una terca pugna con sus thanes, los Fahrnirr lograron enviar a sus jóvenes más despiertos a la capital para aprender los secretos de la ingeniería. En unos años se vieron recompensados con los primeros arcabuces, a los que siguió un magnífico cañón órgano. Ambos elementos son casi imprescindibles en la batalla a día de hoy. Por añadidura, siempre envían un numeroso contingente de guerreros al centro de la pugna, portando el estandarte del yunque (símbolo de la familia). El motivo principal es salvaguardar los intereses familiares, dada la desastrosa pérdida de dinero que supondría la destrucción o robo de alguno de sus cañones.
Cyrrondir
No es la familia más rica del valle, y desde luego no la más numerosa. Pero si es la más importante, aunque nadie se lo reconozca. Ya he comentado anteriormente la determinación del clan por horadar la tierra tras la batalla del Trago Amargo. Los Cyrrondir eran reacios a esta idea. Entre las familias, eran los que más gozaban del aire libre, los verdes pastos, la nieve en invierno, etc. Por otro lado, los Locham sabían que alguien tendría que seguir cuidando el ganado y las cosechas, pues dependerían de ellas al menos hasta que hubieran acondicionado salas subterráneas para el cultivo y forrajeo. Así pues, se llegó a un acuerdo entre las cuatro familias (los Gaessir ya habían quedado relegados del consejo del clan), por el cual los Cyrrondir permanecerían en el exterior, a cambio de encargarse de las labores de agricultura y ganadería, así como de patrullar los pasos escarpados.
En la actualidad, los Cyrrondir siguen constituyendo un pilar básico en la vida del clan. Sus expertos montañeros mantienen limpios y seguros los pasos más recónditos, las cosechas fértiles y el ganado bien cebado. Además, su apego por las antiguas costumbres es más tenaz y vivo que el de cualquier otra familia del clan. Si en algún lugar del valle se encuentren enanos capaces de fabricar balistas o lanzaagravios, es entre los Cyrrondir (los Fahrnirr dejaron de lado tales armas de asedio al especializarse en la pólvora). Por el mismo motivo, el viejo arte de las runas ha permanecido vivo entre sus ancianos, siendo el único maestro rúnico del valle Gwydno Cyrrondir (aunque acepta aprendices de todos los clanes, sólo un Cyrrondir podrá heredar su cargo cuando vuelva a la tierra). Curiosamente, Gwydno heredó de sus maestros la costumbre de emplear un caldero rúnico de bronce para elaborar sus runas, en lugar de el yunque que puede observarse en otras fortalezas, y que ya he reflejado en volúmenes anteriores. Los estudiosos de la historia de los enanos coinciden en señalar esta como una costumbre anterior a la fundación del imperio enano, cuando la forja del acero no se había desarrollado del todo, y las armas eran elaboradas por métodos más tradicionales. De ser así, el caldero rúnico de los Cyrrondir tendría más de 3000 años de antigüedad.
Volham
Llamada la cuarta familia, ninguna de las otras podría existir de no ser por los Volham. Tal como pasa con los Cyrrondir, esta familia está infraestimada por los nobles Locham y los ricos Fahrnirr. Fueron los Volham los primeros en cavar túneles y galerías, poseyendo las minas más antiguas del clan. Cuando se inició la construcción de la fortaleza subterránea, las primeras fases se limitaron a ampliar las excavaciones Volham. Mientras, ellos seguían cavando más y más profundo.
El ansia de oro y riquezas de un Volham no conoce fin, y su obstinada mentalidad les lleva a excavar, prospectar y seguir horadando bajo tierra. Filón tras filón, incansablemente. Esta actitud les ha llevado a ser los principales proveedores y constructores del clan. Se dice entre los habitantes del valle que un Fahrnirr si un Volham es un enano ocioso.
Sus miembros, sin ser descorteses, son más reservados que el resto del clan. Tratando con ellos, pude percibir un miedo acérrimo, casi paranoide, de verse despojados de sus secretos y riquezas. Pero no pude evitar observar que entre sus guardias, muchos lucían armaduras de gromril y escudos con la famosa runa de piedra, que los hace inquebrantables. Recordé entonces el papel de los legendarios Rompehierro, esos enanos consagrados a guardar los túneles inferiores de las grandes fortalezas de los engendros que moran en la oscuridad. Al mencionarlo, se inquietaron bastante, y no pocos palidecieron. Pero no admitieron haberse encontrado con criaturas en las profundidades de sus túneles.
Gaessir
Por fin, la última familia, la familia perdida. Los Gaessir fueron repudiados durante muchos años por sus congéneres del valle. En parte por la gran imprudencia cometida, que le costó la vida a muchos Locham. Pero no poca parte de razón se debe a su temible reputación. Desde el Día del Trago Amargo, los Gaessir abrazaron la senda del matador. Para los neófitos de la cultura enanil, aclararé que un matador reniega de toda creencia y de su propia vida, y vive sólo para redimirse de una mancha en su honor buscando la muerte en combate. Este destino que cada hombre, mujer y niño del clan adquirió, ha mermado su número trágicamente. Caer Gaessir, la fortificación que guardaba el paso del este, se ha convertido en el Santuario de la Barba Sangrienta. A este lugar acuden cada año enanos de toda la región, dispuestos a redimirse. Éstos son aceptados como miembros de pleno derecho de la familia Gaessir, lo que ha permitido que el apellido perdure hasta nuestros días.
Con el paso de los siglos, las proezas de estos matadores han sido esculpidas en las paredes del Santuario. Algunos han llegado a convertirse en grandes héroes para todo el clan. Citaré, por poner ejemplos destacados, a Fergh “dos-hachas” Gaessir, quien salvó la vida del Thane Morraine Locham cuando detuvo él sólo una carga de jinetes de jabalí orcos. O la legendaria Vhulddy Gaessir, que murió combatiendo contra el abominable gigante Görghean. Las heridas que le infligió hizo que se desangrara ante las puertas de la fortaleza del clan, lo que impidió que las abatiese para dejar entrar a la horda de orcos que vitoreaban a su titán. En reconocimiento a estos grandes héroes y su providencial actuación por el bien del clan, los Gaessir recuperaron su sitio en el consejo del clan, si bien sólo acuden a las reuniones cuando se discute sobre una batalla o una gran amenaza se cierne sobre el valle.
Nuevamente, me despido de mis estimados lectores con el deseo de haberles despertado interés por nuestros vecinos, un imperio noble y orgulloso. No tanto un imperio decadente, como podría decirse de los elfos. Sino más bien, una antigua civilización que sucumbe, lentamente, al ocaso de sus días tras milenios de gloriosa historia.
Heinlich Krönenberg